¿A la juventud le interesa la política?

Por Silvia Moreno

Aprovechando ésta época llena de actividad política, me parece adecuado hablar de cómo es ésta en la vida de los jóvenes y cómo la perciben. Ya he hablado sobre los prejuicios hacia nosotros y sobre la supuesta inmadurez que tenemos respecto a “cosas de adultos”, la política es una de esas cosas en las que no somos muy bien recibidos, ya que “no sabemos”, ni nos interesa. Pero no recuerdo que nos hayan enseñado sobre política, y la poca información que se nos dio acerca de ésta estaba llena de fanatismo por un partido político, nunca de forma imparcial, lo cual no hace agradable el debatir. Por esto nos tocó aprender por nosotros mismos.

Los jóvenes aparecemos como “incautos”, “manipulables”, pero también como “apáticos” y “sin interés por la política”. Estas etiquetas están presentes permanentemente en parte de la opinión pública sobre la juventud y sus prácticas políticas.

Como contracara, también encontramos otra mirada. Aquella que deposita en la juventud una esperanza incuestionada. En este caso, los jóvenes aparecen como garantía de renovación, como revolucionarios “por una cuestión hasta biológica”, como actores que cumplirán un rol protagónico por ser poseedores de una fuerza o energía únicas.

Son además solidarios, emprendedores, creativos, idealistas. Todo por su propia condición juvenil.

Quizás, para pensarlo de otro modo, tengamos que partir de otra idea: la juventud no tiene ninguna esencia, no hay ninguna característica que pueda ser adjudicada a “ser joven”. No garantiza ser solidario ni ser revolucionario, ni ser revoltoso, ni impertinente, como así tampoco, predispone a la desconfianza ni a la captación.

Es lógico suponer que tampoco las formas de participar y de hacer política de las y los jóvenes tienen una esencia, porque como tales, son resultado de una historia dinámica. Los jóvenes no participamos de igual modo ni convocados por las mismas causas, independientemente, de su ubicación en la estructura social, de sus trayectorias políticas familiares, de sus instituciones educativas, ciudades e iglesias.

La participación de los grupos juveniles es mucho más diversa de lo que podemos ver, por ejemplo, a través de los medios. Se da bajo modalidades muy diferentes y con distintas implicancias para la acción política. Ellos/as se expresan en múltiples espacios, además de los tradicionales, como los partidos políticos, sindicatos o incluso movimientos estudiantiles.

 Desde hace mucho tiempo, la expresión de la voz juvenil sobre lo público, lo político y lo privado, se da a través del arte callejero, actos y movilizaciones, grupalidades basadas en intereses e identidades musicales, modos de acción colectiva que a simple vista parecen tener que ver más con lo cultural que con lo político. Sin embargo, en todas estas acciones los jóvenes están expresando sus visiones de lo social. En algunos casos, ellas confluyen con reclamos dirigidos al Estado. En otros, sus interlocutores son múltiples.

Con todo esto quiero concluir con qué a pesar de que no tuvimos una educación básica sobre política, esta misma apareció a lo largo de nuestra trayectoria cómo personas, y de la mejor manera, sin fanatismos, sin idealismo, nosotros mismos aprendimos a forjar nuestras ideologías y a transmitirlas en diferentes ámbitos y de diferentes formas.

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