El coro, un lugar amoroso para las diversas voces de niños y niñas

Por Eva Fontdevila

María Eugenia De Chazal es la directora del Coro de niños y jóvenes de la Universidad Nacional de Tucumán; tiene una reconocida trayectoria en la formación de voces infantiles, alfabetización musical y formación de coros. Es investigadora y se destaca por su gran capacidad docente.

En esta conversación con ANITA, Maru, como se la conoce en el ambiente musical, reconoce diversos desafíos actuales, en tiempos de tecnologías, industrias culturales hiper desarrolladas a través de plataformas y redes, cambios de paradigmas sociales y de género.

¿Qué es lo más interesante de trabajar con niños y niñas en la construcción de su voz como coristas?

Es muy interesante hacerlo, realmente escucharlos a ellos con sus voces; la mayoría de las veces las voces sanas, limpias, diáfanas. Y lo más lindo es ver cómo disfrutan cantar, cómo lo hacen con una gran espontaneidad y más aún cuando aprenden una canción y se saben productores de ese sonido, te da muchas satisfacciones porque lo ves en su rostro, en su cuerpo, cómo disfrutan al cantar.  

Por supuesto que muchas veces también no es fácil hacerlo porque el chico tiene vergüenza, le gusta cantar pero tiene vergüenza y hay que trabajar sobre eso, siempre pensando en sus posibilidades, en sus potencialidades, en todo lo que verdaderamente pueden hacer y ayudarlos a crecer y a desarrollar su vocecita.

Lo más interesante es también tener conocimiento de su voz, de las características de sus voces como niños, en relación a su laringe que es pequeña y realmente atender a eso para no hacer un trabajo pensando en que la voz del niño tiene que sonar como una voz de adulto. Así que en eso hay que atender y tener mucha conciencia del trabajo con ellos.

Los avances en materia de derechos de los niños y género, ¿cambiaron los códigos o los criterios para definir voces infantiles en el coro?

En realidad uno respeta siempre al niño en su integralidad. No hay un interés de juzgar nunca. Entonces de esa manera el chico es aceptado con todas sus posibilidades, sus potencialidades, sus características vocales. Y lo que me ha pasado, según mi experiencia, la mayoría de las veces es cuando el niño muda la voz cuando entra la adolescencia, sobre todo el varoncito, y que se encuentran en una incomodidad porque su sonido no es el habitual, no es el que ellos estaban acostumbrados a escucharse y comienza la muda de la voz, cambian de registro, se hace más grave y demás. Entonces poder lograr una identificación con eso no es fácil, pero siempre digo que hay que hacerlo de la forma más natural posible.

Y los chicos siguen cantando en el coro, o sea, a pesar de que van mudando y cambiando sus sonidos vocales, les permito que continúen y que canten lo que puedan junto a los compañeros. Y de esa manera también van aceptando sus modificaciones porque tienen que aceptar sus modificaciones físicas y en este caso también hay modificaciones de su sonido vocal, así que se van aceptando en conjunto; también se identifican entre sí, al escucharse “mirá, te pasa lo mismo que a mí”. Hay una gran ayuda colaborativa en el aceptar la muda de la voz.

Yo también con el tiempo he ido aprendiendo mucho al respecto. Así que bueno, ellos también nos enseñan en esto, en este cambio, y uno aprende en realidad a compartir y a acompañarlos en ese cambio de la voz y que lo vamos tomando de una forma natural y sana y creo que es la mejor manera de trabajar.

¿Cómo se vive la relación entre la expectativa adulta (padres/madres) y el deseo de los niños y niñas al sumarse al coro?

En realidad cuando los chicos quieren sumarse al coro la mayoría de las veces es porque les gusta cantar. Eso se nota, que lo hacen con una motivación personal. Pocas veces me toca de que cuando yo les pregunto ¿te gusta cantar? me digan no. Le digo, ¿por qué viniste? Porque mi papá tiene ganas y de alguna manera esos deseos muchas veces de los padres, ellos no se dan cuenta que también a ellos les gusta cantar y comienzan como a mimetizarse los deseos propios con los de los padres. En algunos casos ingresaron chicos al coro porque en realidad los padres veían que tenían condiciones y tenían que cantar y demás, querían que canten el coro y se quedaron muchos años. Pero eso no pasa la mayoría de las veces porque los chicos van con ese deseo personal de cantar , porque se les nota en la voz, en la alegría, en sus ojos y así con unas ganas. Y vos les decís, ¿te gusta cantar? Me encanta, canto todos los días en mi casa y bueno en ese sentido es sano porque los padres acompañan al deseo de este niño y muchas veces esos deseos concuerdan porque dice me encanta cantar con mi papá, yo canto con mi mamá porque ella es música y toca la guitarra y me enseña canciones, o sea también hay mucho que viene de ese deseo de hacer música y de practicarla en conjunto desde las familias.

Entonces hay una paleta interesante de experiencias, en las cuales llevo más de 30 años trabajando con los niños y con los padres, . Cuando el chico entra al coro y demás, uno hace un trabajo muy fino con respecto al padre, si no hay un equilibrio entre deseos, y sobre todo para que el padre siempre lo acompañe al niño, y no lo descuide porque si el deseo es del niño y no de su papá porque cree que tiene que hacer otro tipo de actividad, hay un trabajo importante en ese acompañamiento.

Otras veces, si realmente no le gusta cantar, hablo con sus padres y le digo bueno, quizás el nene tiene deseos de hacer algún otro tipo de actividad y no es esta, ¿por qué no indaga, no conversa? Entonces, a veces uno también tiene que salirse del lugar de director de coro y tener un diálogo con los padres desde otro lugar y realmente eso a uno lo engrandece, ¿no? Porque nos enseñan los niños, nos enseñan los padres y nos enseñan todo este tipo de relación comunitaria que se da en el coro y que realmente es fascinante. Y cada año, cada grupo, cada conformación nueva es única.

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