Por Silvia Moreno
Es sabido que la pobreza y la falta de acceso a algunos de los derechos básicos como educación y salud golpean a cerca de un tercio de la población. Sin embargo, estos embates sacuden más duramente a la juventud: la mitad de los adolescentes del país es pobre y sólo el 45% completa la escuela secundaria.
Los niños son particularmente vulnerables a la condición de pobreza. Así lo asegura el “Posicionamiento sobre adolescencia en el país”, una radiografía de las condiciones de vida de los chicos y chicas de entre 10 y 18 años publicada por Unicef. “La adolescencia es un período de cambios positivos, pero también es un momento de vulnerabilidades particulares del momento de su desarrollo”.
Según la información que Unicef sistematizó a partir de datos publicados por organismos oficiales, como el Indec y Anses, uno de cada seis adolescentes de entre 14 y 15 años trabaja, y entre los 16 y los 17, lo hace uno de cada tres.
Muchos indicadores que durante la infancia muestran resultados favorables, empeoran cuando los chicos y las chicas crecen. La educación primaria, por ejemplo, prácticamente es universal pero en la secundaria hay medio millón de adolescentes que no está en la escuela,
El abandono escolar está fuertemente relacionado con la inserción temprana en el mercado de trabajo, sobre todo entre los varones, y con el embarazo entre las mujeres. El 15% de los nacimientos en nuestro país son de embarazos adolescentes: 6 de cada 10 no son planificados y 1 de cada 10 mujeres abandona la secundaria por este motivo o porque se aboca al cuidado de sus hijos, hermanos u otros menores.
Es necesario promover políticas públicas integrales, que prioricen a la adolescencia como una población específica. Los niños son más inermes a la condición de pobreza debido a su dependencia física, emocional, económica y social. La vivencia de la pobreza en la infancia perjudica la formación física y mental de los niños, convirtiéndolos en adultos que perpetúan el ciclo de la pobreza. La inversión en el desarrollo de sus capacidades básicas es esencial para la erradicación la pobreza mundial.
La vivencia de la pobreza en la infancia en sus múltiples dimensiones – malnutrición, dificultades de acceso a educación, enfermedades relacionadas a la no existencia de servicios públicos de salud o a falta de saneamiento básico, etc.- perjudica la formación física y mental de los niños, convirtiéndolos en adultos que perpetúan el ciclo de la pobreza.
Niños sin instrucción se convierten en padres incapaces de alimentar óptimamente a sus hijos o apoyarlos en el proceso de aprendizaje y así la pobreza se prolonga entre las generaciones.
Por consiguiente y para concluir, la primera infancia es el momento más oportuno para romper con el ciclo de la pobreza. Para que sea reducida efectivamente, es necesario ampliar las capacidades de los niños, a través de la ampliación del acceso a servicios sociales básicos y de buena calidad.