La “Nueva” generación de series animadas ¿Qué tienen para decirnos?

Por Marcos Lobo

Si se quisiese hacer un recorrido de la historia de la indignación de ciertos grupos de tinte conservador, uno tendría que marcar las líneas de partida mucho antes de la llegada de Internet o las redes sociales. Sin embargo, si bien no se trata de un fenómeno reciente, si uno se pone a navegar por alguna red social actualmente, y casualmente se estrenó hace poco una serie animada nueva, probablemente nos encontremos con personas enojadas con estos productos, acusándolos de querer “imponer la ideología de género en nuestros niños” o simplemente de querer atentar contra su “dulce infancia” mientras se aferran a sus recuerdos de hombres con excesiva testosterona y rasgos físicos altamente pronunciados.

Aquí el problema es el mismo de siempre: es más fácil quejarse de un producto nuevo que no responde a los gustos o ideas de alguien que ponerse un segundo a reflexionar sobre la posibilidad de que tal vez, solo tal vez, el público objetivo de estos productos no es un señor de 35 años con el suficiente tiempo libre para quejarse de todo desde la comodidad de un celular.

Dicho esto, algo interesante sucede. Resulta que, si bien como dijimos, en general el target principal de estas series son las infancias, no es de extrañar ver a muchos jóvenes adultos (desde padres o madres hasta hermanos/as mayores) viendo y disfrutando estas nuevas producciones junto a les niñes. ¿Por qué? Aventurando conclusiones podríamos suponer que tal vez, en su infancia, estas personas no encontraban entretenido las series animadas de la época o, más interesante aún, no se veían verdaderamente reflejados en éstas, tanto en los personajes como en sus problemas. Porque, y con el perdón de estos señores enojados, muy pocas animaciones de los 80, principalmente las occidentales, salían del esquema del héroe blanco heterosexual salvando al mundo del mal con el poder de la amistad. Lejos de querer hacer una crítica destructiva, lo anterior es simplemente un ejemplo para entender lo poco variada que era la oferta en cuestión de series infantiles, mucho menos en latinoamérica donde la mayoría de éstas eran enlatados provenientes de Estados Unidos.

Ahora bien ¿Qué podría ofrecerle a estos jóvenes adultos de interesante esta nueva camada de series que no lo hacían las de su niñez?

Disrupción y diversidad son términos que parecen ser buenos puntos de partida, sin embargo hay que aclarar algo antes. La voluntad y las intenciones de mostrar otro tipo de historias animadas que fueran distintas tanto a nivel trama como en sus personajes, no es algo reciente ni mucho menos, es como siempre una cuestión de contexto. Las grandes cadenas distribuidoras de estos productos son empresas a fin de cuentas y como tal poseen intereses económicos pero también políticos. Si alguien quería que su serie animada fuera sustentada por alguna de estas grandes cadenas debía pasar, primero, por varios estudios de marketing pero al mismo tiempo debían ser acordes a las políticas de censura de ese país, en el caso de Estados Unidos, políticas de orden altamente cristiano y conservador. Es recién a finales de los ’90 y principios de los 2000 que estas normas se empiezan a flexibilizar pero no desaparecen. Por eso, viéndolas con los ojos de hoy, nos daremos cuenta de que, en vistas de crear algo “disruptivo”, les creadores de estas series tenían que ingeniárselas para dejar su mensaje lo suficientemente implícito como para esquivar estas normas de censura. Así tenemos series como “las chicas Superpoderosas”, “Los Rugrats”, “Recreo” y “Oye Arnold” tocando temas como los roles de género, el empoderamiento femenino, la diferencias de clase y las familias no tradicionales.

Es con el avance de las luchas sociales y los cambios de mentalidad que conllevan que, hoy por hoy, esta nueva generación de series animadas no solo reivindica las temáticas mencionadas sino que además agrega otras como la diversidad sexual, la identidad de género e incluso temas filosóficos como el existencialismo y la búsqueda del propósito.

Por ejemplo, Steven Universe, un favorito de muchos, muestra a Steven como un antihéroe, en el sentido de que es el protagonista de su historia pero sus características no se condicen con las del héroe clásico, es decir, no es hegemónico en el aspecto físico y más importante aún, no le gusta resolver sus conflictos de manera violenta, sino de forma más diplomática. Esto hace a Steven no sólo un antihéroe sino algo muy necesario hoy día, un modelo de masculinidad positiva. Es decir, Steven en sus aventuras les está enseñando a los niños varones que está bien expresar los sentimientos, usar la ropa que quieran y que la violencia no es sinónimo de masculinidad.

Otro aspecto en el que destaca la serie es en de la diversidad sexual, mostrando a las gemas de cristal como seres que, realmente no tienen un género definido pero sin embargo son mostradas con características femeninas y ocasionalmente se enamoran entre sí, fusionándose para crear una nueva gema.

Otra de estas nuevas series, Star vs las fuerzas del Mal, toma, por ejemplo, la cuestión de los roles de género como las chicas Superpoderosas, pero va un paso más allá. Cuando veíamos esta serie solíamos identificar a estas 3 niñas como Bombón siendo la inteligente, Burbuja la compasiva y Bellota la ruda (no de forma absoluta obviamente). El mensaje era bastante progresista: no todas las niñas tienen la misma personalidad. En cambio, en su serie, Star puede mostrar cualquiera de estos atributos y muchos más, por lo que el mensaje cambia a: cualquier persona puede mostrar distintas facetas suyas dependiendo de la situación. De nuevo, no es que la anterior no lo hiciera, simplemente que aquí queda más explícito.

Otra de estas series se arriesga incluso a parodiar directamente a las series animadas de antaño. “El increíble mundo de gumball”, a través de varios capítulos, adopta el estilo de animación y las tramas tanto de series animadas como de comedias situacionales, burlándose de lo ridículas o monótonas que realmente eran. Incluso llegan a parodiar temáticas bastante actuales: en un capítulo Gumball aprende el “lengua fú” o el “arte del guerrero de la justicia social” que es, básicamente, el arte de destruir a una persona en una discusión de Internet con el fin de demostrar quién es más tolerante o moralmente superior.

Conclusión

La llegada de nuevos productos animados dirigidos a las infancias con otras estéticas y otros mensajes no es, como sostienen ciertos sectores conservadores, un ataque conspiracionista a lo que ellos llaman “los buenos valores”. Si hoy existen estas producciones es porque hay una nueva camada de creadores que por años intentaron transmitir un mensaje pero el contexto social y político no se los permitió en su momento. Es con el avance de las luchas sociales alrededor del mundo que ciertas reivindicaciones empiezan a adquirir más fuerza y se asientan en la opinión pública. Obviamente hay empresas que están detrás de su distribución y el debate sobre un mercado de producciones independientes sigue siendo actual e interesante para ser abordado en otra ocasión. Aquí el punto es entender cómo el arte en cualquiera de sus variantes refleja lo hermosamente compleja y diversa que es la experiencia humana de vivir y que no todo pasa por hombres musculosos que salvan el día gritando: “por el poder de Grayskull”.

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