¿Los jóvenes somos realmente una generación de cristal?

Por Silvia Moreno

La idea de que les jóvenes de hoy son frágiles o de que somos ‘la generación de cristal’ marca muchos de los prejuicios hacia la juventud. Se generaliza diciendo que todo nos afecta demasiado para minimizar lo que pensamos y nuestros planteos.

En el último tiempo es evidente que las personas jóvenes compartimos más lo que nos sensibiliza en todos los ámbitos: en casa, en la escuela, la facultad, con nuestros vínculos o en las redes sociales. Mediante el diálogo intercambiamos nuestras emociones y experiencias, y las posibles causas de frustraciones, tristezas o incertidumbres.

A ese ‘aumento de sensibilidad’ -que no es nada más que mostrarnos como realmente somos- se lo ha cargado de una fuerte connotación negativa. Para muchas personas adultas la sensibilidad es sinónimo de “debilidad”.

Nos convirtieron en la ‘generación de cristal’, que tiene ‘menor tolerancia’ a los problemas cotidianos y es ‘excesivamente sensible'”. Esto es producto del “adultocentrismo”, una concepción de mundo que potencia los valores de personas adultas por sobre los de los jóvenes. Hace unos años atrás había una imposición de la sociedad de que a tal edad tenías que tener hijos, pareja, casarte, la casa propia. Por supuesto son temas muy serios y no fáciles y quién no cumplía con esas cajitas era señalado (estigmatizado)”.

En la actualidad, los jóvenes y los adultos buscamos otras cosas en la vida, profesionalizarnos, vivir aventuras, no seguir con paradigmas asignados para cada rol. Resistimos a los mandatos que básicamente te dicen cómo tenés que vivir.

Los jóvenes reivindicaron que la tan denostada sensibilidad que expresan es, lejos de una debilidad, un motor de lucha. Tiene que ver con ideas alternativas a las de los adultos, con animarnos a hablar de temas que antes preferíamos evitar, discutir la violencia, combatirla, romper con lógicas tradicionales que dejan a muchos afuera.

Esa sensibilidad permitió hablar de salud mental durante la pandemia, donde los casos de trastorno depresivo grave y de ansiedad aumentaron más del 25% a nivel global en 2020, según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En este contexto, el aporte que hace la juventud a la sociedad son “las luchas, los movimientos y el cuestionar” es necesario que las voces, opiniones e ideas de los jóvenes estén presentes en los procesos de toma de decisiones, no sólo porque son una parte importante de la sociedad, sino también “porque somos quienes vamos a vivir el futuro”.

El poder expresarnos ha ayudado a muchos jóvenes que pasan por diferentes situaciones, como los Abusos. En un pasado desgraciadamente se acostumbraba a callar los hechos para no armar un escándalo, hoy eso no nos importa, porque no tiene por qué importarnos, ser víctimas no tiene por qué avergonzarnos, el que debe sentir vergüenza y ser señalado es el agresor, desgraciadamente hasta hoy se sigue culpando a la víctima, sea por el abuso que fuese, pero callar no hará que las cosas cambien ni mucho menos mejoren.

Hablemos sobre la madurez que tenemos o no los jóvenes, y junto con eso, pensemos cuáles son las responsabilidades que no nos corresponde asumir. El ser maduros o no, no es una cualidad cien por ciento atribuida a las personas mayores, y una persona no es madura al cien por ciento tampoco, y el pensar que todas las personas jóvenes son inmaduras es un prejuicio muy grande. Es de suponer que deben pensar así porque no se tomaron la molestia de conocer o simplemente conversar con una persona joven, con sólo hablar con niños incluso, les podría sorprender la madurez con la que piensan y se expresan, pero como decía, hay que tomarse la molestia de hacerlo, eso también puede ser un acto de madurez de su parte.

¿Y por qué una persona no es madura al cien por ciento? Porque hay diferentes tipos de madurez. Se puede tener Madurez emocional o no, por ejemplo. Hay personas que no saben regular sus emociones y explotan, hay personas que no saben vivir sin autonomía, personas que no saben cuidar sus relaciones ni a ellos mismos, y muchísimas personas mayores carecen de esta madurez. Enojarse porque sus hijos tienen libertad de expresión y relacionarlo con falta de respeto, no es muy maduro, recurrir a la violencia física o psicológica, tampoco lo es. De hecho la violencia no es un rasgos de madurez, sino todo lo contrario. 

O por ejemplo dejar que el hijo mayor cuide de los menores como si fuera el padre o la madre, tampoco habla bien de los adultos que toman esas decisiones. Un joven de 17 años no está preparado psicológicamente para hacer el papel de padre, o más bien de adulto, los jóvenes tienen el derecho a vivir una adolescencia, desgraciadamente muchos son los jóvenes que están obligados a madurar a temprana edad y no disfrutan de esa etapa.

A esto me refiero con responsabilidades que no nos corresponden. Y algunos pensarán que la madurez tiene que ver con la crianza, y no están del todo errados, pero en realidad toda la sociedad influye, no sólo pasamos tiempo en nuestra casa con nuestra familia, también vamos a la escuela y desarrollamos actitudes y pensamientos nuevos, la sociedad es la que nos forma para bien o para mal. Con la sociedad también surgen los modelos a seguir, repito, para bien o para mal, sin querer somos influenciados por un grupo de personas, por una sola o por la mayoría de personas, eso que nos divide son las diferentes perspectivas del mundo y de sus acontecimientos, un ejemplo claro son las religiones, quienes deciden seguir una o varias o directamente creer o no creer.

Ahora, ¿por qué las personas mayores creen que somos de cristal? Bueno, es algo más o menos simple de explicar, la mayoría de adultos ha experimentado una infancia y adolescencia muy diferente a la nuestra, la mayoría cargando traumas. ¿Y esos traumas a quien se los pasan? Exacto, a los jóvenes, pero a diferencia de antes, ahora sabemos identificar qué cosas están bien o mal con respecto a la crianza o a la relación que tenemos con nuestros padres y ahora es más fácil saber si generamos algún trauma y cómo afrontarlo (por ejemplo acudir a un psicólogo).

 Todo esto va con la mejor intención y la seguridad de no querer heredar nada malo a futuras generaciones, con la intención de cuidar nuestra salud mental y la de futuros hijos (si es que quieren tenerlos). Sentir y aceptar que las cosas nos afectan no nos hacen de cristal, nos hace más fuertes, porque aceptamos que somos seres vivos y que por consecuencia sentimos, y eso está bien, quitarse la idea de que llorar nos hace débiles es el primer paso para poder mejorar.  No sólo las mujeres, los hombres también, nadie es de piedra, pensar que los hombres no deben llorar es un pensamiento muy tóxico y antiguo. Con esto nos damos a la tarea de romper los prejuicios sean cuales fueren y ayudar a tener unas mentes más abiertas y  en sintonía con la modernidad y el futuro.

Compartir

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll to Top