Mandarinas bajo el sol, o cómo visitar y narrar  la propia vida

Por Eva Fontdevila

Pedro Noli y Victoria Daona son socios en una aventura cultural única en Tucumán. Mandarinas bajo el sol es un proyecto de escritura, lectura y construcción de relatos a partir de experiencias personales. En formato de talleres, jóvenes y no tan jóvenes se reúnen a contar, recordar y plasmar sus historias.

Recientemente en el Centro Cultural Virla de la Universidad Nacional de Tucumán presentaron un libro con relatos autobiográficos de los y las participantes del taller.

“Mandarinas bajo el sol propone conectar con los momentos más importantes de la vida para luego dejarlos por escrito. Empezamos en mayo de 2020, en medio de la pandemia, cuando, ante el sentimiento de fin de mundo, Viki y yo encontramos la necesidad de mirarnos para adentro, al no poder salir”, cuenta Pedro.

Y agrega: “Así empezamos, primero entre ella y yo, (ella en Buenos Aires y yo en Tucumán) a narrar estas mandarinas, relatos breves de nuestra vida que fortalecían con nuestras raíces en esos momentos difíciles. Pensamos entonces en compartir esa experiencia y creamos un dispositivo para poder compartirla, armamos el taller. Hoy más de 200 personas participaron en Mandarinas bajo el Sol, y entre todas sumamos más 3.000 relatos escritos.  Algunos de estos textos se volvieron libros, que narran los relatos íntimos y familiares como la caja de fotos impresas. Ya vamos publicando 67 títulos, en tres presentaciones. La última, fue en el Virla, la semana pasada, donde 23 autorxs presentaron su libro”.

Por si lo dicho fuera poco, Noli resalta que “¡También tenemos un podcast!”

En  diálogo con ANITA, Pedro y Viki reflexionan sobre qué moviliza a  las/os participantes la propuesta de construir narraciones propias a partir de la trayectoria de la vida.

Viki cuenta que “La escritura autobiográfica, en el taller, nace en un triple movimiento. Primero, cada participante recibe en su correo una carta todas las semanas con una propuesta de escritura: un texto con una historia personal, una consigna, una serie de preguntas. El segundo movimiento es el de los encuentros grupales, en donde todxs compartimos las ideas que pensamos escribir, las ponemos a prueba frente a un auditorio que hace crecer nuestros relatos con preguntas, comentarios y acotaciones que nos ayudan mucho a seguir imaginando. El tercer movimiento es el de la escritura. Llegamos al papel después de varios de días de compartir y sentir lo que queremos escribir, cuando la memoria y la emoción ya hicieron un trabajo hormiga que habilita la palabra. Nuestra propuesta de escritura está ligada a las figuras del puente y el espejo. En la mayoría de los casos, los textos que nacen en el taller funcionan como un puente que nos acerca a nuestras familias, a las generaciones futuras y a otrxs lectores y lectoras que descubren en nuestras historias, rasgos de sus propias vidas. Y también, esos textos, son un espejo que nos devuelve una mirada amorosa de nosotrxs mismxs, de quienes somos hoy, de quienes fuimos y de quienes imaginamos ser. Un espejo que nos hace conocernos mejor, en el que nos afirmamos en nuestra identidad personal y también comunitaria.

Pedro, por su parte, aporta su visión sobre la posibilidad de que todos y todas, en definitva, podamos escribir: “Podríamos pensar que aquello que facilita a lxs participantes a que escriban sus propias vidas es, quizás, una propuesta inicial que explicita que, desde lo técnico, todos y todas podemos escribir. Que la escritura no es un privilegio de seres iluminados, sino que, en un país alfabetizado como el nuestro, la mayoría de las personas hemos desarrollado la herramienta de la escritura, pero a la vez nos da un poco de pudor ponerla en práctica.  Escuchamos la frase de “yo no sé escribir” en personas que escribieron todos los días desde los cinco años en adelante, hasta terminar la secundaria o una carrera universitaria. Eso muestra lo vigente de la idea de escritura de élites. Contra eso vamos; a favor de una escritura popular, amplia y horizontal, que promueva el derecho a narrarnos, a poder contar, jerarquizar y fortalecer nuestra propia historia. También pensamos que la idea de detenerse a mirarse para adentro es una respuesta a la vorágine del día a día. Cada vez son menos los momentos de conversación y de escucha atenta. La velocidad y la brevedad -y también la superficialidad- de los mensajes que circulan en lo cotidiano, suponemos, hacen que la propuesta de parar la pelota para pensar en nuestra vida sea atractiva, sana y hasta necesaria. Es también un descansito lindo mientras el mundo sigue girando.”

Sobre el sentido profundo de la apuesta, pedro cierra con una respuesta conmovedora: “Tenemos una herramienta que sabemos usar y un contexto que la pide. Y si a eso le agregamos, que una vez puesta en práctica la narración de nuestra vida, desde el primer texto nos emocionamos, sentimos, nos conmovemos: encontramos humanidad allí, y sin dudas eso nos moviliza a seguir escribiendo. Hemos llamado Literatura de encuentro a este camino narrativo”. 

En cuanto a cómo aparecen específicamente las infancias en los relatos de quienes hacen los talleres de Mandarinas bajo el sol, para Viki “Las infancias son una gran cantera de historias en nuestro taller, quizás porque es un tiempo al que volvemos con mucho amor, que recuperamos desde la belleza, la diversión y la inocencia de aquellos años vividos. Tiempos de juego en la cuadra del barrio, lógicas amorosas de cuidados de madres, padres, abuelos y abuelas. Las amistades y esa ternura inolvidable. La primera vez de muchas cosas que luego haremos para siempre, como aprender a escribir, a andar en bicicleta a compartir en equipo, a ganar o perder en la pilladita y la escondida.  En muchas y muchos Mandarinas, son las experiencias de infancia las primeras en convertirse en palabra escrita, como si esas historias del pasado, ya hubieran sido trabajadas en nuestros relatos orales y nos resultará más sencillo escribirlas. Y también pasa que, cuando pensamos que ya habíamos escrito todo sobre la infancia, hay recuerdos que nos sorprenden, que se despiertan por la palabra de un compañerx, por una sensación del presente que nos hace recuperar aquello que parecía olvidado. Cuando aparecen esas escenas que aún no hemos narrado, la escritura es más exploratoria, necesitamos preguntar a otrxs personas, buscamos fotografías para ver cómo era eso que queremos contar y también nos permitimos la licencia de imaginar”.

 Pedro, a su turno,  repasa la experiencia del taller: “Al momento de sentarse a escribir su vida, los primeros temas que recuerdan la mayoría de lxs talleristas son los de su infancia. Llegan a esa fuente primera no por orden cronológico sino, tal vez, por un encuentro emotivo que les gustaría traer al presente: se rememoran camino a la escuela, de la mano de su papá o de su mamá; en la casa de lxs abuelxs, con títeres, canciones o en la cocina, junto al olor de la salsa; o jugando en la vereda con sus hermanxs o sus amiguitxs del barrio… Al conectar con estos recuerdos, muchas veces, aparece la nostalgia y la tristeza por quienes ya no están. Casi siempre, los abuelos o las abuelas. Y algunas veces sus palabras lindas son acompañadas por lágrimas. La construcción de los relatos de infancias se da, entonces, en dos planos: el pasado donde fuimos dichosxs, y el presente donde esa dicha es incompleta. Estos textos -en la palabra, en la página- se concentran, en la mayoría de los casos, en el primer plano: son un cofre donde guardan los momentos más lindos de su vida. Quizás un lugar donde están a salvo, detenidos en el tiempo. Hemos tenido experiencias, también, donde la palabra escrita sirvió para expresión de momentos oscuros, de violencia o abuso durante la infancia.  Para llegar a esta intimidad narrativa -y por ende constructiva- es esencial el edificar vínculo sólido de confianza y de respeto entre quienes participan del espacio”.

Finalmente consultamos a los coordinadores de Mandarinas sobre la relación entre leer/ narrar/ escribir.

Según Pedro, “En la construcción de relatos autobiográficos que proponemos desde Mandarinas bajo el sol, acomodaría ese orden de otra manera y con otras palabras: Recordar / decir / escribir.

Pensamos que un buen camino para arribar a la escritura es la instancia previa y relajada de la introspección: detenerse a pensar, a sentir, a revivir en la memoria aquellos momentos que hemos pasado. Darle espacio y tiempo, dejarse llevar por esa cadena infinita de recuerdos que se conectan uno con el otro, zonas de nuestra memoria que se iluminan a medida que nos adentramos, donde se encuentra aquello que creíamos olvidado. O bien preguntar, compartir esta experiencia: encender las luces del recuerdo en quienes también vivieron en nuestro pasado. Y que sean estas personas quienes nos acerquen los datos a narrar.

Y una vez que en nuestra cabeza hayamos encontrado la emoción, expresarla. Hay quienes encontrarán en el relato oral un camino previo a la escritura. O bien, con el texto ya escrito, la oralidad, le aportará detalles, risas, juegos, que se filtraron en el proceso de escritura. Aquí, ambos lenguajes, el oral y el escrito, van acercando ideas, como si se tratara de una guerra de canciones. Los relatos de nuestra vida se complementan según el lenguaje que elijamos para narrarlos. Y tampoco nunca será la misma historia si la volvemos a escribir. El narrarnos construye siempre distintos e infinitos pasados, y todos son parte de la historia nuestra. A celebrarla.”

Para Viki, por su parte, “Existe un vínculo muy fuerte entre lectura y escritura que en el taller se hace visible de una manera particular. Puesto que, si bien no damos a leer libros publicados por autores y autoras reconocidos en la industria editorial, en las cartas que enviamos cada semana proponemos un texto escrito por Pedro y/o Viki que funcione como motivación para bucear en las propias experiencias de vida. Y, además, dentro de la carta también hay una sección que se llama “Me contó un pajarito” que recupera frases, fragmentos o poemas completos de escritoras y escritores, sobre el tema de cada semana. Creemos que esas propuestas de lectura, funcionan como anzuelos que inspiran la escritura en aquella idea de puente y espejo. Leer historias de vida similares a las nuestras, en su belleza, su complejidad y su simpleza, nos motiva a querer escribir nosotrxs también, porque todxs tenemos historias valiosas por contar que muchxs también querrán leer”.

Compartir

2 comentarios en “Mandarinas bajo el sol, o cómo visitar y narrar  la propia vida”

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll to Top